Aluvión en La Comuna: el capitalismo negligente se lleva vidas
Las desigualdades que el sistema capitalista imprime en las vidas del pueblo, se ramifican en múltiples aristas. Una de ellas es, sin duda alguna, la división geográfica: países, provincias y ciudades, se dividen entre ricos y pobres, entre vidas que importan, y vidas que no. Así, los espacios de vida y las zonas dispuestas a la burguesía, se encuentran en perfecto estado, cuidadas, mantenidas y planificadas. En plena contradicción a un ambiente pulcro y cuidado, se encuentran los barrios populares, como también los asentamientos no regularizados. Las zonas urbanas y rurales populares permanecen en un eterno olvido por el Estado burgués, y carecen de cualquier planificación respecto a medidas de seguridad y ambientales de contención y recuperación de la flora urbana y rural.
En la tarde del 31 de enero, aproximadamente a las 6:15 pm un aluvión destruyó todo a su paso en la quebrada de El Tejado, que desemboca directamente en la parte baja de La Comuna de Santa Clara de San Millán, y posteriormente en la avenida La Gasca. Después de un sonido ensordecedor y la explosión de transformadores eléctricos, la montaña se vino abajo, llevándose decenas de personas a su paso, muchas de las cuales fallecieron. También incontables animales no humanos mascotas de vecinos, callejeritos y mascotas comunitarias perdieron la vida o quedaron heridas o perdidas. Además de miles de dólares en daños a casas y autos. Como siempre, esta no es la excepción: los barrios aledaños al aluvión son humildes, comunales, migrantes y abandonados por las autoridades.
“Pasó una desgracia. Había gente jugando vóley, el señor del carrito, el público, todo el mundo. Desaparecieron en un segundo. Los vecinos de toda la vida. Las perritas no aparecen, tengo miedo de que estén muertas”, dice un vecino joven, entre lágrimas y temblando de la angustia. La cancha de vóley que estaba en la esquina donde desembocó el aluvión, era el punto de encuentro del barrio; años atrás se hizo una colecta para construir el techo y los graderíos. La tarde de hoy, un desastre natural se llevó la cancha y para algunxs se ha llevado todo. Este desastre fue causado directamente por la negligencia de décadas del Municipio de Quito, teniendo oídos sordos a las demandas de la comunidad por medidas de prevención y contención. En 1975 un aluvión similar se registró en la misma quebrada, y las medidas tomadas por el municipio desde entonces han sido, por lo menos mediocres.
La falta de protección a los bosques aledaños a la quebrada -que son áreas protegidas-, la absoluta inexistencia de medidas de contención, la falta de fiscalización de las pocas obras municipales, y el histórico olvido a un barrio que resiste como una comuna, son las causas innegables del desastre. El alcalde Santiago Guarderas, intentaba desvincular al municipio de cualquier responsabilidad, alegando que es “no habíamos imaginado que este evento se iba lamentablemente a provocar”, un descaro cuando por décadas comunerxs y técnicxs han alertado del peligro de desproteger las quebradas y la necesidad de sostener y cuidar la densidad de bosque protector. La Comuna de Santa Clara de San Millán es la primera comuna reconocida jurídicamente por Eloy Alfaro en julio de 1911, y resiste como comuna histórica, parte del pueblo Kitu-Kara, a pesar del olvido estatal y de lucha contra los pueblos sostenida por el capitalismo.
Las ciudades se construyen alrededor de sus centros adinerados, y a su alrededor las periferias olvidadas por el capital y el libre mercado. Mientras en barrios y zonas pudientes, se mantienen las calles, el alumbrado público y las medidas de contención y remediación ambiental, la otra cara de las urbes y metrópolis se impregna de olvido, negligencia y desatención hacia personas y pueblos que se consideran como dispensables o incluso desechables. El capitalismo permite que estas zonas se descuiden, se desmejoren, se exploten y se desconozcan incluso como parte de las ciudades. Recién en noviembre de 2014 se emite la ordenanza municipal 0024, que contiene el plan especial de desarrollo territorial de La Comuna de Santa Clara de San Millán”, reconociendo a este barrio ancestral dentro de la planificación global de la ciudad.
Los ecosistemas fragmentados son más susceptibles a ser frágiles, como lo es actualmente el bosque protector de las laderas del Pichincha. Este suponía proteger a la ciudad de aluviones, deslaves y ante una eventual erupción del Guagua Pichincha. Sin embargo, la tala masiva del bosque protector, ha provocado la disminución del potencial de contención del bosque, en lo que en un estado saludable sería una barrera natural de contención en contra de deslaves, desprendimientos o la bajada de material piroclástico. Esta barrera fragmentada y mutilada ya no es funcional para evitar aluviones y deslaves, como lo demostró el aluvión de La Comuna este 31 de enero. Es una necesidad de suma urgencia que se detenga la tala de bosques en las quebradas de Quito.
Ligeramente al norte de la quebrada afectada, en barrio de La Primavera, desde hace más de un año y medio la comunidad ha hecho repetidas denuncias por la indiscriminada tala de árboles causada por el proyecto Cenizario Urkupamba, un columnario para la élite quiteña. La misma tragedia que afectó las vidas de cientxs de vecinxs de La Comuna y La Gasca, podría repetirse en la quebrada de Rumipamba, que es de mayor dimensión que la quebrada colapsada del Tejado. Que los ricos tengan un “descanso eterno” con vista panorámica, al pueblo nos puede costar la vida. ¿Hasta cuándo el pueblo pagará por la indolencia y negligencia de la burguesía en el poder?
Esta desgracia es el reflejo de la negligencia y el olvido que el capitalismo impone sobre el pueblo y la clase trabajadora. Como no se trata de un barrio acaudalado de la burguesía, jamás se materializó reforestación o medida de contención alguna. La materia más efectiva en sostener la tierra y evitar deslaves, es el sistema de raíces que un bosque saludable entreteje en el subsuelo. La deforestación sucesiva de laderas y quebradas facilita el deslizamiento de tierra. El capital destruye no solo al ser humano y a la naturaleza de forma simultánea, sino que los fenómenos que son provocados por este sistema depredador, se depositan directamente sobre las vidas de la clase más explotada. La burguesía atenta en contra de las condiciones de vida del pueblo y la clase trabajadora, entre las que también se incluyen el medio ambiente y el habitar en condiciones seguras. Al ser un sistema que por su propia lógica es insostenible, el capitalismo es en definitiva contrario a la vida digna.