Ecologismo y lucha de clases: Extractivismo, patriarcado y dependencia
Desde México hasta la Patagonia, América Latina continúa siendo saqueada por las mismas mentes codiciosas que continúan viendo un billete en cada árbol, una billetera llena en cada cerro, una lluvia de capital en cada bosque virgen, una chequera sin fin en cada semilla, un precio por nuestra tierra, en la cual no solo crecen nuestros alimentos, sino también nuestros sueños y esperanzas.
La Pachamama es violentada a cielo abierto día y noche, con sol o con luna, a cualquier hora que dictamine el reloj. Violentada sin conciencia. Violentada sin piedad. Sin ningún tipo de arrepentimiento, mercantilizada hasta la última gota, hasta tal punto que somos ciegos ante las señales que nos da: diciéndonos basta. Pero detrás de esas señales que esconde un gobierno, una transnacional minera, una petrolera extranjera, un grupo armado que práctica minería ilegal sembrando terror en miles de comunidades rurales e indígenas, un sistema capitalista que legitima la destrucción en nombre del falso desarrollo y progreso de las llamadas periferias globales. Si desde arriba le siguen apostando al “desarrollo” devastador, que no solo violenta a la naturaleza sino también a nuestrxs cuerpxs, a nuestros alimentos, a nuestras fuentes de vida, continuaremos sembrando la resistencia.
Las tres décadas pasadas han significado una expansión significante del extractivismo en el continente. Desde el fuerte asentamiento del neoliberalismo en la región en los años noventa del siglo pasado, el ingenuo pensamiento de que nuestros recursos naturales son ilimitados y sinónimo de “desarrollo” no solo ha perpetuado desde entonces, más bien ha manifestado su vigencia en el hecho de que la exportación de hidrocarburos y minerales constituye una fuente sustancial de ingresos de capital para grupos privados y para el Estado, sea este progresista o no, el cual legitima al extractivismo como necesario debido a la inversión extranjera que representa la explotación de nuestros recursos naturales. “Donde hay minerales habrá minería”, manifestaba el Vicepresidente Otto Sonnenholzner en el Día Mundial del Ambiente, dejando en claro las intenciones del Gobierno Nacional: concesionar territorio a mineras, hidroeléctricas y petroleras a multinacionales extranjeras, las cuales desesperadamente pugnan por el poder sobre el recurso petrolero, con la intención de abastecer y asegurar recursos para el norte global y para la República China.
Mientras tanto, miles de comunidades son desplazadas de sus territorios, cientos de lideres sociales son asesinadxs a diario, cientos de metros cuadrados son afectados por las consecuencias de monocultivos de palma africana o soja, miles de hectáreas de tierra fértil son envenenadas con agrotóxicos, miles de trabajadorxs son explotadxs bajo condiciones laborales inhumanas. El extractivismo, impulsado desde arriba y desde afuera, continua siendo uno de los principales impulsores de problemas ambientales, ecosociales y económicos, constituyéndose como un problema que atraviesa varias esferas sociales, tales como la clase social de lxs actores involucrados en el conflicto ambiental.
No nos basta con reciclar, con reusar, con tener conciencia de nuestros hábitos alimenticios. Sin dejar de lado la importancia de estos aspectos y acciones, la necesidad de planificar una resistencia en conjunto, entre todxs, se torna como fundamental frente a la crisis medioambiental, tanto a nivel regional como global. Es menester empezar a tener consciencia de nuestras acciones individuales, sin dejar de lado a un factor fundamental de la destrucción del planeta: el neoliberalismo.
América Latina manifiesta desde hace décadas. Tal lo demuestran lxs lideres sociales en Colombia o en México, los defensores del Agua en Perú o Bolivia, son la herencia de luchas sociales organizadas que se han impuesto desde los propios territorios que defienden. Es hora de continuar con la resistencia.
*Ilustración: María Gracia Dávalos. Texto: Manuel Kohler