La epidemia del metal: la Globalización del súper ciclo minero
La expansión de la frontera extractiva avanza aceleradamente hacia el Sur global y las últimas zonas en conservación del mundo. Las conocidas consignas del progreso, el desarrollo, el uso de tecnologías de última generación y la contratación de trabajadores locales son algunos argumentos falaces. Retórica que requiere ser analizada previo a un posicionamiento frente a la actividad minera, pues los países históricamente mineros o incluso exportadores de materias primas, pueden seguir siendo descritos como lo haría Truman en su discurso de 1949: subdesarrollos.
El Ecuador forma parte de este ciclo minero, el 18 de julio inicio la extracción de cobre de la primera mina a cielo abierto a cargo de la firma china Ecuacorriente S.A. (ECSA). El proyecto Mirador ubicado en la parroquia Tundayme en la provincia de Zamora Chinchipe, pretende extraer 400 toneladas de mineral concentrado al día. Desde el Estado ecuatoriano se festeja el inicio del boom minero, así como lo haría con el boom del caucho (1879), el boom del cacao (1891), el boom del plátano (1950) y los dos booms petroleros (1972 y 2007). Mientras tanto, los movimientos anti mineros sostienen que se avecina la perpetuación e incluso agudización de la pobreza en el país.
Las actividades extractivas deben leerse desde el contexto global y desde los movimientos locales en resistencia, para ello se cuenta con herramientas como el ATLAS de Justicia ambiental donde a la fecha se han registrado 2.832 conflictos que evidencian un movimiento transnacional que aflora en diferentes lugares del mundo y en el que están envueltas personas comunes que han sentido los efectos de la extracción.
El encuentro académico Justicia ambiental, postcrecimiento y extractivismo realizado entre el 15 y 17 de julio en la ciudad de Huelva (España) nos brinda experiencias para la reflexión. El curso fue dirigido por Juan Diego Pérez y Félix Talego, mismo que contó con la presencia del catedrático emérito del Instituto de Ciencias y Técnicas Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joan Martínez Allier, y ponentes de España, Argentina, México, República Democrática del Congo y la India. Las intervenciones se centraron en estudios de casos asociados a la minería, megaproyectos, extracción de recursos y los movimientos sociales que claman por justicia ambiental.
México se ubica entre los diez primeros países en extracción de oro, según el Consejo Mundial de Oro; y en el primero respecto a la plata, según el Silver Institute. Con base en los índices de desarrollo humano, este país alcanza el puesto 74 en 2017; y en el índice de planeta feliz, en el que alcanza el 40,7 en 2016. Parecería que el auge minero ha dado frutos, sin embargo, los indicadores de pobreza muestran que cerca de la mitad de la población (43,6%) se encuentra en esta condición; y respecto al despojo y acaparamiento de tierras, en México se ha concesionado el 58,5% de su territorio a empresas privadas.
En África se vive una paradoja, en los últimos años se dice que ha crecido en 6%, incluso se ha usado la expresión África emergente. Este crecimiento responde a factores contextuales como el aumento del precio de recursos por la demanda de China, el fin de guerras y dinamismo de la economía “informal”, y a pesar de esto, los países más ricos en recursos como: Nigeria, República Democrática del Congo, Angola y Guinea Ecuatorial, tienen los índices más bajos de Desarrollo Humano.
En España y Europa también se abren las puertas a los proyectos extractivos, sobre todo minería, lo cual se ejemplifica en los casos sobre la gestión del agua en la mina de cobre las Cruces en Sevilla, y el extractivismo en el sector pesquero en la provincia de Cádiz. En ambos casos se evidencia como el agua y el alimento se han convertido en mercancías y ha significado la alteración del metabolismo del socio-ecosistema, lo cual pone en riesgo tanto a la reproducción material como cultural de las poblaciones.
Los movimientos sociales anti minería en Argentina y anti carbón en India surgen en respuesta a las afecciones sociales y ambientales; y sobre todo, inspirados por el deseo de las poblaciones locales de labrar su destino por fuera de los intereses económicos de las compañías extractivas y la complicidad de los Estados.
Los conflictos y casos no deben ser leídos como números fríos, sino como el recuento de la experiencia que atraviesa cuerpos, como la infancia entre grandes acantilados artificiales y maquinaria que sobrepasa por dos veces el tamaño de un adulto promedio. Los análisis deben superar los discursos de la minería responsable o sostenible y su retórica de la tecnología y el empleo para poner sobre la mesa las consecuencias ambientales, los beneficios y costos en una relación a largo plazo. La historia de la minería y de los proyectos extractivos es la historia del despojo y de la resistencia desde las poblaciones locales y trabajadores.