María Paula flota sobre la ría
María Paula flota sobre la ría
boca arriba
mientras los lechuguines
murmullan debajo del agua.
El sol teje guarismos
sobre la superficie del agua
mientras se esconde tras
de un puerto desconocido.
María Paula hace salpicar el agua terrosa,
busca respuestas en un cielo sin nubes.
Debajo suyo no puede ver nada.
Todo es tan turbio.
No lleva nada puesto
excepto una blusa larga y ligera
una blusa blanca
con un rostro estampado.
Al rostro le falta un ojo.
¿Hacia dónde van las aguas
En noviembre?
La ría no lo sabe.
María Paula quiere estar sola,
pero el agua turbia
se lo impide.
Por eso mira hacia arriba:
quiere captar la luz
de las primeras estrellas.
Nada.
El firmamento no quiere revelarse.
Solo el olor de los mangles
le habla a María Paula.
Solo la contaminación y lo turbio
quieren hablar con ella.
¿Qué hay debajo de la ría?
Aunque no quiere ver,
puede sentir –como rasguños
sobre su piel-
lo que los lechuguines murmullan.
María Paula no puede ver,
pero cree sentir,
cómo una falange se asoma tímida
a la superficie
una uña sucia, terrosa
un callo que las aguas de la ría
no pueden ablandar.
Las estrellas demoran en aparecer,
pero el agua se vuelve más sólida.
¿Hacia dónde van las aguas
en octubre?
¿Hacia dónde van las aguas
en noviembre?
La ría no lo sabe.
María Paula tampoco lo sabe,
pero siente cómo ellas
la abandonan en una tierra
que huele a mangle.
Una tierra que huele a uñas
y a callos sucios
que no pueden ser ablandados
por el agua turbia.
Foto de la portada de Revista Mariela