Resonancia comunista contra el capitalismo perverso
Perversión es la creación de un orden que anula al Otro. Desde sus propios fundamentos ideológicos y políticos, el orden del capitalismo es perverso: genera mecanismos de cosificación-explotación-opresión, y de eliminación contra toda la clase trabajadora. El capitalismo es perverso, en cuanto sostiene una serie de metarelatos que justifican y promueven la anulación del otro, tanto de forma simbólica, como material. En este sentido, el capitalismo es la materialización de las perversiones económicas, políticas y sociales que mantienen y reproducen la sociedad de clases.
El orden de anulación del otro se aplica en todos los aspectos de la vida social. El capitalismo ha generado un sinnúmero de mecanismos de sometimiento, tan numerosos como cuerpos existen en la tierra. Desde la infantilización de las mujeres, lxs locxs, las personas con discapacidad, lxs migrantes, los animales no humanos, hasta las políticas de exclusión económica más abrumadoras, como el bloqueo a Cuba, la especulación inmobiliaria en los Nortes, y el austericidio en los Sures. En esta campaña del capitalismo por el sometimiento de todos los cuerpos, el Estado burgués es su institución ejecutora; es el Estado el mecanismo de exclusión por excelencia.
La modernidad -a la que vamos a colocar como el momento histórico de la consolidación de los binarios opuestos, la universalidad y la ideología libera- delegó al Estado la tarea de controlar a los sujetos. En este proceso de control social, diferentes grupos fueron excluidos o disminuidos de la existencia y reconocimiento público: millones de personas han sido recluidas en cárceles, manicomios, y espacios domésticos. La conformación de la identidad nacional, tiene características específicas de clase, étnico-raciales, masculinistas, heteronormadas y atropocéntricas, que finalmente estructuran el sistema capitalista en su complejidad. Es decir, el Estado burgués es un instrumento de dominación de clase.
Como bien describía Engels, “el Estado es el comité de la administración de los asuntos de la burguesía”. Es por medio del Estado que la clase dominante genera los mecanismos legales y por lo tanto estructurantes para el control del trabajo. Por esto decimos, que quienes controlan el mundo del trabajo, controlan también el mundo de la vida. De eso se trata la dictadura del proletariado, del socialismo del Estado, controlar los medios de producción.
En la lectura clásica, el modo de producción capitalista dividía a la sociedad en dos: la burguesía -dueña de los medios de producción-, y el proletariado -dueños únicamente de su fuerza de trabajo-. Esta última clase, la clase trabajadora sin embargo, sufrió una serie de subdivisiones intencionales por parte de la clase dominante. La división internacional de trabajo, la división sexual del trabajo, la división entre trabajo intelectual y manual, y la división campo-ciudad, y demás divisiones, jerarquizaron y dividieron a la clase trabajadora, mermando históricamente su capacidad organizativa. “Divide y vencerás” es una estrategia política de la burguesía, que ha resultado ser ciertamente efectiva.
En el largo proceso de la acumulación primitiva como momento fundacional del capitalismo, la expropiación de tierras a campesinos fue fundamental, pero sin la apropiación del trabajo de las mujeres y el trabajo esclavo de pueblos negros e indígenas, asiáticos y siervos, la acumulación primitiva hubiese sido imposible en sus dimensiones históricas. Eso lo sabemos bien como marxistas. Sin embargo, nos ha faltado reconocer la dimensión social y simbólica de la sociedad de clases: la degradación social del otro facilita la continuación del capitalismo como modo de producción y como sistema. ¿En qué medida, los metarelatos del comunismo se han impregnado de esa perversión profundamente capitalista?
La infantilización-criminalización-animalización y feminización de los cuerpos constituye el fundamento de las jerarquías que sostienen el sistema de clases. Como marxistas, como comunistas, históricamente hemos aceptado una versión masculinista y blanqueada de lo que concebimos como clase trabajadora, y nos hemos resistido a aceptar la relevancia del trabajo de las mujeres, hemos continuado un pacto colonial con la burguesía y hemos minimizado la opresión que han sufrido las disidencias sexo afectivas, las personas con discapacidad y locura, los niños y niñas, y los animales. Históricamente, hemos minimizado los papeles del patriarcado y el colonialismo para la continuación y reforzamiento del sistema capitalista. La visión masculinista, urbana y blanqueada de la clase trabajadora y del obrero fabril, respondió a su momento histórico, pero más nos vale comprender y redefinir el concepto de clase trabajadora a su máxima complejidad, si queremos por fin triunfar en nuestras revoluciones, en este momento histórico que nos promete cada vez menos posibilidades materiales para continuar la vida bajo el yugo del capitalismo.
La primera realidad material pasa por el cuerpo. Todos los sistemas de opresión-explotación-cosificación atraviesan cuerpos. Todos los cuerpos. Como clase proletaria, clase trabajadora, necesitamos comprender la mayor cantidad de dimensiones posibles, que la lógica del capitalismo es irreconciliable con nuestros intereses de clase. Pero para poder hacer este reconocimiento de forma definitiva, necesitamos descifrar todos los mecanismos específicos que el capitalismo ha desarrollado para cada uno de nuestros cuerpos, no solo para desmantelarlo, sino también para no reproducirlo en nuestras organizaciones, en nuestros relatos, en nuestras militancias, en nuestros proyectos políticos e históricos. ¿Cómo podríamos comprender nuestra misión histórica, cómo podemos convertirnos en “una clase para sí”, si no somos capaces de reconocernos los unos a las otras, las unas a los otros, a les otres, en nuestra vasta diversidad y desigualdad?
El capitalismo es perverso porque ha logrado impregnar nuestro punto de vista -el punto de vista comunista- con las mismas lógicas patriarcales y coloniales del sistema de clases. Como comunistas, seguimos insistiendo en una lectura economicista de la clase, no reconocemos que las jerarquías interclasiales son serviles a la acumulación capitalista desde la mismísima acumulación primitiva. El trabajo esclavo de los pueblos del Sur, la exclusión del salario para las mujeres, la misma estructura de familia nuclear heteronormada, los despoblamientos forzados, conformaron la estructura del capitalismo, y hasta hoy en día posibilitan su sostenimiento. Cómo vamos a expandir nuestras esferas de influencia, si no somos capaces de reconocer y peor aún de nombrar las opresiones que atraviesan los cuerpos de nuestras compañeras, cuerpos, sobre los que se aplica la pedagogía de la crueldad de forma específica. ¿Cómo no va a atentar de forma moral y material contra toda nuestra clase la permisividad que el Estado burgués da a los feminicidios y transfeminicidios, a las violaciones en manada?
En otras palabras, el capitalismo es brillante y magnífico, su capacidad creativa supera nuestra capacidad de resistencia, sobre todo cuando resistimos por separado. El capitalismo ha desarrollado a lo largo de la historia jerarquías interclasiales para dividir a la clase trabajadora, y mermar nuestras posibilidades de organización y lucha. Tenemos todavía en nuestras filas camaradas que interpelan a compañeras del movimiento feminista si la lucha es de clase o de género. Demostrando que no han comprendido en lo absoluto, que el género es constitutivo de la clase, que la raza es constitutiva de la clase, que la orientación sexual es constitutiva de la clase, que la discapacidad y la locura son constitutivas de clase, que la edad, la vejez, la especie, son constitutivas de la clase. No podemos tener la misma lectura que Kollantai, Luxemburgo y Zetkin tenían del movimiento feminista hace más de 100 años. No podemos continuar con el pacto patriarcal, colonial y capacitista de nuestros antecesores. Sí, respondieron a su momento histórico, por eso mismo empecemos nosotras a responder a nuestro propio momento histórico.
En el momento histórico actual, el neoliberalismo, la perversidad del Estado burgués se aplica de formas especialmente crueles, con el objetivo de moldear las subjetividades hacia los marcos de sentido y de realidad del capitalismo profundo. Estamos atravesando por un renovado proceso de acumulación primitiva. Los Sures nos reafirmamos exportadores de materia prima y mano de obra barata, nuestros suelos en minas de oro y nuestros pueblos condenados a la precarización en gigantescas maquilas. Las poblaciones vuelven colectivamente a posturas altamente conservadoras, que en un deseo fantástico y ahistórico, añoran un tiempo pasado mejor. Las jerarquías interclasiales se agudizan y profundizan y como clase trabajadora, nos dividimos más y más. Es nuestra responsabilidad como comunistas reconocer las nuevas condiciones en que se presenta la lucha de clases, y organizarnos a la altura de la contienda.
En un momento de fascistización social y de giro político a la extrema derecha, nuestra capacidad de influencia en la clase trabajadora, pasa necesariamente por desnaturalizar la explotación en todas sus dimensiones y encarnaciones. Las intersecciones de clase, género y raza -por nombrar las más obvias-, develan la base ideológica con la que se sostienen las desigualdades todas. Como sucedió en los años 20s del siglo pasado, el creciente malestar podría ser capturado por camisas negras, neonazis, libertarios de la escuela austriaca, hispanistas y demás corrientes y tendencias anticomunistas. De la mano de la posverdad, ganan terreno en las conciencias de la clase trabajadora. Es impresionante la cantidad de pibes que corren a ver a Milei si se pasea por los exteriores de un colegio. Milei tiene calidad de rockstar en Argentina. En Italia, ganó Giorgia Meloni, admiradora de Musolini, fascista. En Ecuador tenemos a Lasso y los progresismos ahora son más conservadores que en su primera ola.
Nuestra tarea es demostrarles a todos los cuerpos, que ese sufrimiento que les aqueja, es causado por alguno de los tantos mecanismos de cosificación-explotación-represión del capitalismo patriarcal colonial especista. Nuestro deber como comunistas, es ser realmente la antítesis absoluta de los capitalistas. Es reconocer la estructura perversa que nos atraviesa y que reproducimos, cuando en nuestra búsqueda por la clase pura, eliminamos a las otras, los otros, les otres explotados del mundo. Nuestra búsqueda es por la resonancia de esas millones de voces, que ahora se encuentran dispersas en su esencialismo estratégico, precisamente porque como comunistas, hemos fallado en evidenciar que todas las explotaciones, cosificaciones, opresiones y humillaciones que sufrimos todos, todas y todes, tienen como objetivo principal la maximización de acumulación capitalista. Es ahora cuando más debemos acercarnos al resto de movimientos sociales e impregnar de una visión clasista sus demandas, y reconocer que sus demandas, son también las nuestras. Recordemos que la solidaridad es un ejercicio de consciencia de clase. Solo con la unión y cohesión ideológica de toda la clase trabajadora, podremos ponerle un fin definitivo y radical, al más perverso de los sistemas de producción: el capitalismo.