La xenofobia, el coronavirus y la codicia
Esa bestia apocalíptica, también conocida como Donald Trump, ha dicho que el coronavirus es “culpa de los chinos” o peor aún lo llama el “virus chino”. Abre así una puerta a la xenofobia y a que los grupos fascistas, cabezas rapadas neonazis y otros idiotas similares, agarren a pedradas a cualquier asiático o asiática de ojos rasgados.
Abre también la realidad de que los estadounidenses (muchos, no todos) aumenten la compra de armas al punto de desabastecer las tiendas, y dentro de ellos, un buen número de asiáticos estadounidenses, se armen para repeler a los anteriores. Es decir, abre contradicciones internas muy serias en un país de migrantes como es los Estados Unidos. Ya lo hizo contra muchos de los latinos (aunque hay otros, bien idiotizados también, que buscan que no entren más “para no perder puestos de trabajo”). Al hacer una alianza sólida con los blancos pobres, abrió contradicciones con los negros. En resumen, ha conseguido ahondar la polarización en sectores de la sociedad. Digamos que agudiza las contradicciones propias de la lucha de clases e interétnicas, e incluso intergeneracionales en su país, y acelera nuestras esperanzas de que algo cambie, incluso allí.
Esto desafortunadamente no se reflejará necesariamente en los resultados electorales, y tal vez vuelva a ganar las elecciones. Los demócratas han optado por mantener el “stablishment”, dando el respaldo institucional a Joe Biden en lugar de Bernie Sanders, que ofrecía reformas más profundas al sistema de salud, en alianza con sectores de pobreza, jóvenes y mentalidades más avanzadas, en una sociedad donde hablar de gratuidad de algo, es confundido con el “demonio comunista”.
En el resto de América, en muchos de nuestros países, la militarización es un hecho. La forma de combatir la pandemia del Coronavirus ha resultado ser el aislamiento de la población cada uno en su casa (quienes la tienen) o en su refugio de estera en lo alto de un cerro pelado de Lima. ¿Quiénes controlan esto? por supuesto militares y policías, en un ejercicio que muy prontamente puede fortalecer las posiciones más conservadoras y autoritarias de nuestras sociedades. Militares dando bofetadas a muchachos de manera brutal, ilegal e impune. Militares en Perú azotando la espalda de adolescentes, o policías españoles abusando de la autoridad que les da el estar armado en la calle y lo peor de todo, gente, ciudadanas y ciudadanos diciendo “está bien, si no, no aprenden”.
Aunque a algunos les parezca una exageración, pasar de la bofetada impune o el azote aplaudido, a la tortura y a lanzar muchachas y muchachos desde los helicópteros o los aviones, sobre el Río de la Plata o el río Huallaga, hay un mínimo paso. El estado de derecho debe preservarse aún durante los toques de queda o los estados de excepción. En sociedades más desarrolladas, como la cubana, la nicaragüense, la venezolana, la China, la noruega o finlandesa, la intervención de militares y policías es mucho más limitada. Es el pueblo organizado quien responde.
Por supuesto con este marco vienen los recortes electorales y de espacios democráticos. Tal y como ocurre en Bolivia, donde la Presidenta de Facto ha decidido permanecer en el poder un periodo más largo, preparando otro evidente fraude electoral con la asesoría de la embajada estadounidense. En Ecuador, donde los actuales gobernantes no han sido elegidos, salvo el Presidente Lenín Moreno, se pretende retrasar la fecha de las elecciones. Como si la Presidenta del Consejo Nacional Electoral tuviera una bola de cristal y supiera que en febrero del 2021, aún no se podrá votar. En el caso del Ecuador, incluso el Gobierno ha llegado a efectuar pagos que solamente beneficiarán a los tenedores de la deuda, probablemente sus amigos.
Es evidente que si esto hubiera ocurrido durante el Gobierno de la Revolución Ciudadana, tendríamos un Presidente dirigiendo, un equipo respondiendo a la emergencia con eficacia, tal como ocurrió luego del terremoto, donde un alto funcionario de la ONU dijo que nunca había visto un gobierno responder con tanta eficiencia. Triste es la incompetencia del actual equipo de gobierno. Tal es el anticorreísmo que ni siquiera buscan a quienes estuvieron funcionando sólidamente ante las emergencias.
Vendrá un resurgimiento de las políticas sociales, al menos en algunos países. Esto es un hecho y no tengo ninguna bola de cristal. Las batallas de los pueblos se fortalecerán.
El bien y el mal y las cifras del miedo
Trump ha ofrecido 15 millones de dólares por información contra el Presidente Maduro, 10 millones por Diosdado Cabello y otros. Lo que es peor aún, fue el Fiscal General de los EEUU quien avala y lanza la propuesta. Esta es una forma de abrir una licitación para los mercenarios, los private contractors, para que desarrollen la guerra de baja intensidad contra el pueblo de Venezuela. En medio de una pandemia mundial, cuando todos estamos preocupados por soluciones solidarias, estos delincuentes optan por más muertos y más daño contra el pueblo de Venezuela. El Petróleo es el objetivo inmediato y el Presidente Duque de Colombia espera recoger las migajas del mantel, junto con los pobres ilusos del mal llamado grupo de Lima, nombre que ofende a una ciudad desordenada y combativa.
Hoy voy a poner unas cifras que recojo y copio de un artículo escalofriante del economista, Juan Verástegui Vásquez, publicado en REDH-Cuba, que dice: “El coronavirus, desde su aparición en China (01.12.2019) hasta la actualidad tiene un tiempo de duración de 4 meses (aproximadamente) y ha provocado 18,700 muertes; es decir que en cuatro meses se han suscitado 156 fallecidos diarios, en promedio, en el mundo, hasta la actualidad. El hambre, al año mata 17.000.000 de personas que corresponde a 46, 575 personas, cada día (FAO-2017). Significando, entonces, que el hambre mata a 29,756 más que el coronavirus”. De un tema que es muy posible de resolver ya que producimos comida para 12500 millones de habitantes y somos menos de 7500 millones de habitantes.
Esa es la cifra espeluznante, sin contar con las guerras que inventan los yanquis en donde está el petróleo, y todos los otros muertos por enfermedades previsibles propias del capitalismo salvaje y la codicia insaciable de ese mínimo porcentaje de la humanidad.
Hace un tiempo escribí sobre los jinetes del apocalipsis, creo que me quedé muy corto, tal vez debía hablar de la bestialidad reciente de este grupo pavoroso que hoy gobierna los Estados Unidos y que representan solamente al teatrín de campaña de los títeres del capitalismo. Eso es lo que son y sin remedio actúan como si fueran los actores principales, pero al fin no son más que marionetas de la tragedia que nos impone el gran capital.
En el Evangelio el único pecado condenable es el egoísmo. Condena también la xenofobia y elogia al extranjero de Samaria, buen Samaritano, y tantas otras y tan válidas enseñanzas y tan laicas a la vez. Parece que tal vez vamos entendiendo. Hoy esta plaga que nos azota y espanta, con justa razón, tendrá salida. Tendrá un final y tal vez aprendamos a vivir mejor. Lo que sí comparto, sin bola de cristal, es que sin luchas nada nos van a regalar. Que se aferrarán hasta el último instante a sus miserables monedas y que querrán excluirnos a los pobres, a los indios, a los negros, a los chinos locales, ahora también a los viejos que somos una carga social, a los pobres de la tierra. A los que no somos rentables.
Gracias a los títeres que se van evidenciando. Un Trump, un Elliot Abrams, un Bolsonaro, una Hillary Clinton, un contagiado Boris Johnson, los ponen en evidencia. Esta alarma puede ser una gran campanada, para cambiar el sistema, para mejorar nuestra relación con el planeta, para mejorar la calidad e intensidad de nuestros añorados brazos y besos. Para, desde toda la Izquierda, mirar con respeto a Cuba, a Nicaragua y a Venezuela, e incluso podemos pensar que el capitalismo chino es menos malo que el capitalismo europeo. Sea lo que sea que venga y como lo miremos, el mundo más justo deberemos conquistarlo con duras luchas aún.
Nota: el artículo fue publicado antes en el portal http://alainet.org