Los Decretos de Garantía de la Ley y el Orden en Brasil (Parte I)
En la primera parte del presente texto, Bruno Lima Rocha analiza los Decretos de Garantía de la Ley y el Orden, los cuales facultan a las FF.AA. a intervenir en conflictos internos en Brasil, para resistuir el orden, contando con impunidad en sus operativos:
En la actualidad, en Brasil existe un mecanismo que difusión del miedo que logra instaurar un sinfín de pseudo hechos, provenientes directamente desde el desgobierno de Jair Bolsonaro y Paulo Guedes. El tema de los decretos de Garantía de la Ley y el Orden (GLO), además de representar una herencia de la dictadura, presupone ser también una imposición a la Constitución, así como la atribución de defensa interna a los cuarteles -otra excrecencia del gobierno de Arena de Sarney con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y bajo la tutela de la milicia- resultando en una tentación permanente hacia el autoritarismo.
Mentecatos como el actual presidente -con una carrera militar patética- presumen urgencia a implementar estos mecanismos, como si fueran a resolver alguna crisis de seguridad pública. Si existe interés en la temática, se recomienda observar la situación en Río de Janeiro -en términos comparativos- antes y después de la intervención anterior al Carnaval en 2018. No fue la primera intervención de este tipo y aparentemente, no será la única. ¿Cuál puede ser el sentido detrás de todo esto? Ninguno, más allá de ayudar a contaminar aún más los cuarteles, los cuales conviven con la economía política del tráfico y el crimen en general.
Los decretos de GLO y la mexicanización
Este fenómeno, el del empleo interno de las FF. AA. para resolver problemas internos, se merece el neologismo de la mexicanización, con crédito directo al gobierno neoliberal de Felipe Calderón (PAN, 2006-2012). Este político -perteneciente a los grupos oligárquicos de poder y elegido mientras se lo investigaba por fraude- tomó al cártel de Sinaloa como socio mayoritario y declaró la guerra a los Zetas, quienes -por cierto- estaban en guerra con sus antiguos jefes, estos últimos pertenecientes al cártel del Golfo. Esta alianza desembocó en un conflicto colectivo en contra del cartel de Juárez y también contra el de Jalisco (antes de la Nueva Generación).
El resultado desembocó en una masacre absurda, debido en gran medida a la aplicación de una ley similar a la exclusión de la ilegalidad -que permite a las FF. AA., y especialmente a la Marina como brazo armado de la SEDENA (Secretaría de Defensa de México)- comandar ejecuciones sin rendir cuentas por sus acciones. Como resultado, la parte norte de su territorio se vio diezmada y la corrupción avanzó aún más como una forma de enriquecimiento personal de los militares de carrera.
Como es de conocimiento general, la experiencia histórica no parece ser de utilidad alguna para Bolsonaro y sus acólitos. No tengo la certeza de que el Alto Mando del Ejército brasileño se prestará para una nueva aventura de tal naturaleza. Este tipo de intervención podría ser decretado mediante el GLO sin la necesidad de pasar por el Congreso o sin la solicitud de los gobiernos estatales. De ser el caso, un decreto de GLO podría ser aplicable en cualquier momento.
No termina de resultar irónico el hecho de que un ex oficial militar de pasado mediocre y final melancólico como militar castrista pueda encaminar un proceso que ni la dictadura pudo ni quiso implementar.
Los decretos de GLO y los pseudo hechos infinitos
Lo que siempre parece tener validéz es la posibilidad de emplear a un decreto de GLO a través de la creación de pseudo hechos que lo justifiquen. No nos olvidemos del Plan Cohen del fascista Olympio Mourão -el mismo que saldría en una columna de tanques de Minas en 1964- y el efecto que puede tener la conmoción interior sobre la sociedad. Como ejemplo se puede mencionar la campaña más que problemática que tuvo el presidente electo. Imaginemos un ataque cometido el mismo día en el contexto de protestas masivas del tipo "¡Ele Não! Sería más que plausible suponer que una situación como la descrita pudiese implicar el supuesto motivo para desencadenar un decreto de GLO.
Esta situación se puso en práctica por primera vez posterior al golpe parlamentario del 2016 durante las protestas en rechazo a la segunda votación sobre la Reforma Laboral en la Cámara Federal de Diputados, en mayo de 2017. El entonces presidente de la cámara baja -Rodrigo Maia- se pronunció al respecto y esa misma tarde el Gabinete de Seguridad Institucional (GSI) de Etchegoyen obtuvo el decreto de GLO. Su activación desembocó en una operación de una semana en el Distrito Federal. La medida se suspendió antes de que el plazo de una semana se venciera, sobre todo porque las caravanas que llegaron hasta Brasilia regresaron a sus estados de origen.
La experiencia de Brasilia no fue nada buena para los que militan en la izquierda. Lo más preocupante es el hecho de suponer la existencia de algún grado de coordinación entre las fuerzas federales y estatales. Si este fuera el caso, el nivel de la política de exterminio durante un decreto de GLO en la actualidad podría ser aún mayor, sobre todo si este se combina con la exclusión de la ilegalidad.
Por más alarmantes que puedan resultar estos hechos, se evidencia cierta confusión en las redes sociales brasileñas. No llegaría a afirmar que se avecine una dictadura ni algo parecido. Sin embargo, tengo la certeza de que el neoliberalismo resulta ser incompatible con cualquier forma de democracia -desde la burguesía liberal hasta la directa y participativa. Esta doctrina también es incompatible con las culturas y los puebloss indígenas, los quilombolas, con la lucha rural y la mayoría de los afrodescendientes de los territorios periféricos. La mayoría de esta parte de la población -en especial sus jóvenes- ni siquiera tienen garantía alguna a sus derechos civiles. Por lo tanto, con o sin los decretos de GLO, el Estado ya es el campeón absoluto de las ejecuciones extrajudiciales y de los crímenes derivados del abuso de la autoridad policial o de la negligencia de los gobiernos constituidos. La masacre reciente en dos baile funk de la comunidad de Paraisópolis, desafortunadamente, no representan nada nuevo.
Así, las periferias se mantienen en una auténtica tiranía de casos aislados.