Recordando a Fausto Basantes
Había una vez un país llamado Ecuador, que se encontraba inmerso en una dinámica regional de gobiernos neoliberales, cuyos mandatarios no habían sido escogidos democráticamente, sino que se habían tomado el poder a la fuerza y, de la misma manera lo mantenían; generando políticas de Estado con métodos de represión desarrollados para mantener callado a quien se atrevía a pensar diferente, peor aún si esas ideas se expresaban mediante cualquier mecanismo de protesta en contra del poder.
Para la mayoría de los ecuatorianos, el hablar de tortura, de violación de derechos humanos, de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, nos refiere a países del continente como Argentina, Chile, Uruguay, sin embargo, esas prácticas también tuvieron lugar en el Ecuador.
Incluso se creó una un grupo de la policía que se llamaba Servicio de Investigación Criminal la cual se dedicaba a la persecución de personas consideradas una amenaza para el gobierno; los agentes de esa unidad fueron entrenados aplicando un manual elaborado por la CIA en donde se explicaba con lujo de detalle como “investigar” a los presuntos criminales. Estas técnicas fueron utilizadas con menores de edad, universitarios, hombres y mujeres y su único objetivo fue amedrentar a todo aquel que estaba en contra de las decisiones del gobierno que, claramente, afectaban a las grades mayorías y favorecían a los grupos económicos dominantes.
En esa época, Fausto Basantes fue un joven que, a pesar de su corta edad, tenía clara la coyuntura nacional. Fue un excelente estudiante del Instituto Nacional Mejía, donde se destacaba por su capacidad de oratoria; ganó varios años el concurso del “libro leído” y por sus notas era candidato para ser abanderado.
Era una persona muy sensible a la injusticia y era un líder por naturaleza, por esta razón, a sus 17 años, consiguió liderar la protesta denominada “Guerra de los cuatro reales” en contra del alza de los pasajes; esta fue la primera vez que los estudiantes secundarios promueven y lideran un paro nacional que contó con la participación de varios sindicatos de trabajadores, y la población general. A lo largo de las protestas hubo varios detenidos, uno de ellos Fausto, quien fue expulsado de su colegio.
Su primera detención no lo desanimó a seguir caminando con su pueblo, a seguir soñando en grande, a seguir creyendo en un mejor Ecuador. En su camino, conoció más jóvenes con quienes compartían ideales y sueños, entre ellos decidieron formar la organización político-militar, Alfaro Vive Carajo (AVC). Soberanía nacional, justicia social, democracia, independencia económica y unidad sudamericana fueron algunos de sus estandartes.
Fueron identificados como una amenaza para el Ecuador, por lo que el gobierno desplegó sus recursos para perseguirlos y desmantelar su organización, así empezaron las torturas, las desapariciones, las violaciones de derechos humanos, las ejecuciones extrajudiciales con grandes operativos donde se desplegaban grandes cantidades de efectivos fuertemente armados para combatir a los milicianos de AVC.
El 4 de enero de 1986, después de haber sido entregado por un compañero que conocía desde el colegio, Fernando Flores; la Policía Nacional montó un operativo en el cual se puso fin a la vida de Fausto, un joven de 25 años. Al gobierno no le interesaba respetar sus derechos, ni seguir un proceso jurídico, es por esto que necesitaron de alrededor de cuarenta efectivos con armas de grueso calibre, vestidos de civiles, para terminar, acribillando a una sola persona en medio de la calle a plena luz del día. Una vez cumplido su objetivo, limpiaron la escena para borrar los rastros de la violencia de Estado, pues debían montar una escena de enfrentamiento para que la opinión pública crea que los policías solo dispararon en defensa propia.
Fausto fue el primero de los tres comandantes de la organización en ser asesinado, más tarde ese mismo año los dos compañeros de Basantes fueron silenciados. Estos sucesos generaron una fuerte crisis interna en AVC. La organización se dividió, algunos integrantes entregaron las armas, otros estuvieron detenidos, y unos pocos más permanecieron en la clandestinidad.
A pesar del duro golpe que significó la muerte de un joven soñador, luchador y muy entregado a su pueblo, jamás consiguieron acabar con sus sueños, ni con sus ideales, pues sus almas trascienden la vida física y dejan su legado en el pueblo, en sus compañeros, en sus familias, en sus hijos.
Han pasado 33 años desde el día que el Estado ecuatoriano asesinó a uno de sus ciudadanos a través de la institución que en teoría vela por nuestra seguridad.
El gobierno de León Febres Cordero, fue el autor de muchos crímenes de estado que fueron investigados por la Comisión de la Verdad, cuyo resultado fue un informe con varias recomendaciones para ser ejecutadas por diferentes instancias del Estado, aún así la impunidad sigue presente, nadie ha pagado por los crímenes cometidos.
Fausto vivió siguiendo su ideal, siendo coherente entre su pensamiento, su palabra y su acción; nos dejó un gran ejemplo plasmado en su frase: “Mientras se trate de cumplir con la causa popular alfarista, nada, absolutamente nada es triste, ni la causa ni la muerte”.