Por la unidad de la izquierda revolucionaria
Hace una semana, El Comercio publicó un artículo de análisis sobre el estado de la izquierda ecuatoriana tras diez años de Revolución Ciudadana en el marco del encuentro convocado por el movimiento Vamos en Cuenca. Bajo la dicotomía correísmo vs. anti correísmo se categorizó a los diferentes sectores de la izquierda, mismos que irían desde organizaciones tradicionales (Unidad Popular, Pachakutik, Renovación Socialista), los que apoyan el gobierno de Moreno (Alianza País, Centro Democrático, Democracia Sí), los resquicios del correísmo (MANA), y quienes se hallan en el “centro” (Ruptura de los 25, Izquierda Democrática).
El toque reduccionista del diario El Comercio - sea tendencioso o por desconocimiento - descuida por completo la discusión de quienes no nos enfrascamos en la dicotomía correísmo vs. anti correísmo, sino que apostamos por un nuevo horizonte organizativo en función de un proyecto revolucionario socialista. De ninguna manera, el rechazo a caer en una dicotomía dibujada por la oligarquía y el imperialismo, nos vuelve ciegos y ajenos a esta disputa, todo lo contrario, creemos que es necesario profundizar en las bases de las identidades movilizadas en torno a dicha contradicción el sentido crítico y la acción, mediante un programa revolucionario de largo aliento que supere el escueto anti neoliberalismo modernizador, el correísmo y el anti correísmo visceral.
Sabemos perfectamente que dicho alcance programático no será desarrollado por las actuales dirigencias de ninguna de las organizaciones en pugna, cuyo norte claramente no es una revolución socialista, sino que deberá ser encaminado en un largo y complejo proceso en el mediano tiempo donde las fuerzas revolucionarias que se encuentran en sintonía con esta lectura, converjan organizadamente en una sola dirección. Para confluir acertadamente y cumplir con este objetivo, es necesario llamar a la unidad sobre hechos y discusiones de vital importancia.
El problema de la unidad
La unidad ha sido una palabra usada y abusada históricamente por la izquierda, en la mayoría de los casos ha sido todo menos el entendimiento de la realidad en base a un programa, táctica y estrategia, construyéndose por lo general sobre compadrazgos, intereses particulares, repartición de espacios de poder, etc. También ha sido sinónimo de complacencia, tratando sin éxito de limar antagonismos profundos e importantes, que no pueden ser superados eclécticamente, sino que requieren confrontación decidida, crítica y autocrítica, valor y honestidad, con el fin de construir un proyecto común.
Por otro lado, en la izquierda persiste una tradición dogmática que impide cualquier posibilidad de unidad, desde organizaciones pequeñas a grandes, la auto referencia a ser la “vanguardia”, o la expresión más pura de la “teoría”, imposibilitando procesos de convergencia. Esta práctica, que comparte elementos de manifestaciones religiosas, no solo obstaculiza cualquier proceso unitario, sino que legitima lecturas erradas fuera de todo contexto histórico; se lee la teoría desde el deber ser, cuando la sociedad en sí misma es un mundo contradictorio que escapa a cualquier lectura mecánica.
El panorama es así de complejo, la izquierda ecuatoriana se caracteriza por ser vanidosa e inculta, anquilosada en lecturas históricas de la teoría revolucionaria, así como atrevidas conclusiones posmodernas que aseguran la inutilidad del enfoque revolucionario clasista, respaldadas en el prejuicio que dejó el stalinismo y la izquierda tradicional.
Hasta el día de hoy las alianzas abstractas, ahora planteadas por el movimiento Vamos y su llamado a un “Frente Amplio”, o lo que en su momento fue Alianza País o el Frente Unidos, donde la clase trabajadora (inexistente en el discurso oficial) cede sus intereses de clase ante la unidad “por la unidad”, han puesto en un segundo plano la revolución – entendida como el proceso que extingue la modernidad capitalista – a razón de un supuesto realismo político.
Elementos básicos para plantear la unidad
Discrepamos con la idea sustentada en el artículo de El Comercio que indica que fue el correísmo quien “desintegró” a la izquierda ecuatoriana; nuestra hipótesis más bien va en otro sentido: consideramos que el correísmo fue tan solo uno de los elementos – quizá el catalizador – de una serie de eventos y errores de la izquierda tradicional.
Con la Revolución Ciudadana no solo se trató de destruir a la “matriz stalinista” de la izquierda (el tristemente célebre PCMLE y sus frentes), también se revivió a la izquierda “estatista” (Partido Comunista del Ecuador, Partido Comunista Ecuatoriano, Movimiento de Izquierda Revolucionaria), creando un vacío que sirvió de caldo de cultivo para el populismo y su política sin clases (enfoque aún enclaustrado en la academia). La acción “revolucionaria” por tanto se reduciría a compartir el discurso y la práctica de la derecha (matriz stalinista) u ocupar cargos en el aparato estatal (matriz estatista, enfoque populista).
Es evidente que esta izquierda tiene serios problemas de recomposición, lo que significa una oportunidad para construir lo nuevo, su derrota total se podrá acelerar en medida que los revolucionarios y las revolucionarias podamos construir una identidad, programa, táctica y estrategia superadora de los vicios anteriormente nombrados, ganando para la revolución socialista a la clase trabajadora, al campesinado y demás “capas” en contradicción con el capitalismo.
Para ello planteamos establecer los siguientes elementos como base para la discusión:
- Lucha de clases: elemento transversal no reducido al ámbito económico, que explica la historia de la humanidad y la racionalidad del proyecto socialista: la eliminación de las clases sociales.
- Feminismo popular: en el marco de la lucha de clases, el feminismo se desarrolla a la par de las contradicciones del capitalismo y el Estado en la modernidad, no se trata de una lucha secundaria, es una de las esencias mismas de la revolución socialista.
- Ecología social: el capitalismo vuelve mercancía todo lo que puede ser fuente de valor, por lo tanto, no se trata de una lucha ética e individual.
- Anti neoliberalismo anti capitalista: contrario a los aires modernizadores capitalistas, la salida al neoliberalismo debe edificar un horizonte que no posibilite el retorno al capitalismo reformado.
- Modelo de transición: la revolución socialista debe recuperar las facultades de gestión de la vida secuestradas por el Estado burgués históricamente y transferirlas al poder popular organizado que poco a poco va ocupando el lugar de éste.
Creemos firmemente que cualquier proceso unitario debe marchar sobre estos ejes generales, poco a poco profundizados y ampliados según las necesidades concretas, desde una perspectiva histórica, no inmediatista ni voluntarista.