Samir Amin: anti-imperialismo, intelectualidad y militancia

SAMIR AMIN

El pasado 12 de agosto falleció Samir Amin. Con él, son demasiados los intelectuales revolucionarios que, en poco más de un año nos han dejado, incluyendo a su gran amigo Francois Houtard, y, más recientemente, los latinoamericanos Theotonio Dos Santos y Aníbal Quijano. Sentimos mucho más su ausencia porque las siguientes generaciones se han quedado cortas en comparación con sus aportes teóricos y su compromiso con la transformación social, sobre todo, en el ámbito fundamental de militancia de los cuatro: la emancipación de los condenados de la Tierra, como los caracterizó Frantz Fanon. Por eso celebramos sus vidas como ejemplo y desafío.

Hijo de madre francesa y padre egipcio, Samir creció aprendiendo de varios mundos a la vez: árabe, europeo y africano; copto, musulmán y occidental-cristiano. Científico y ateo, nunca renunció a una fraternidad humana multicultural y multireligiosa en la lucha por un mundo mejor, lamentándose, por ejemplo la ausencia de una Reforma o, mejor aún, una Teología de la Liberación, dentro del mundo del Islam. Universal en su cultura y en su militancia internacionalista, desde muy temprano se adentró críticamente en las propuestas de una ciencia de la transformación social que debía ser recuperada de su eurocentrismo y construida desde la subalternidad.

Esa mirada desde el Sur le permitió contribuir a la renovación del pensamiento de Marx en su crítica radical al capital y en la batalla por construir una sociedad más humana. Tarea difícil y no exenta de contradicciones, sobre todo por su exigencia personal de coherencia entre teoría y praxis revolucionaria en el marco de procesos convulsos, truncos y paradójicos.

Precursor de una nueva izquierda frente a la ortodoxia en su juventud, fue siempre crítico del entrampamiento posmoderno ulterior de ciertas corrientes. Sin omitir la centralidad de la explotación salarial, sus análisis históricos, sociológicos y económicos de los pequeños productores rurales y urbanos orientaron las bases teóricas para la constitución del campesinado como sujeto histórico crucial de la revolución en la periferia.

Desde allí se entiende su reivindicación crítica de la Revolución Cultural China, su apelación a la diversidad de trayectorias históricas (sólidamente fundamentada en sus estudios sobre la comunidad y los modos de producción históricos) y su anticipada preocupación por horizontes multiculturales y ecológicos frente a la linealidad del progresismo desarrollista tanto liberal como marxista. No obstante, siempre alertó contra las derivas “panteístas” y las refundaciones del “socialismo reaccionario”, tipificado por Engels, que aparecieron recurrentemente tanto en formulaciones campesinistas, indigenistas y tercermundistas como en el debate más reciente sobre el decrecimiento.  

Acérrimo crítico del imperialismo hasta el final de sus días, Samir aprovechó sus profundos estudios de política, estadística y economía en las tareas de intelectual orgánico de las luchas de liberación del Tercer Mundo en momentos de definiciones críticas tanto para los procesos de descolonización como para los intentos de industrialización periférica. Sus obras se expresarían como un vector anticapitalista del Movimiento de los Países No-Alineados y, en debate con la alternativa guevarista, en la Tricontinental. Su larga vida le permitió ser portador de esos debates en las décadas más recientes que cristalizarían, guardando las proporciones, al Foro Mundial de Alternativas. Queda trunco su sueño de escalar esta etapa y de construir también una Quinta Internacional de los Pueblos.

Armado con las fundamentales herramientas construidas por Marx y Lenin en torno a la dinámica interna del modo de producción capitalista, la acumulación originaria y la ley del valor, Samir Amín contribuye de manera formidable a entender su evolución desde la segunda mitad del siglo XX y, en general, a caracterizar la relación sistémica centro-periferia con una perspectiva de la acumulación a escala mundial. Esa lectura es clave tanto para la teoría como para la acción política porque recupera las capacidades de los sujetos históricos locales en amplias alianzas estratégicas contra la expoliación imperial reproducida localmente por las élites terratenientes y las burguesía compradoras, incluso si se modernizan o, más tarde, se “financiarizan”.

Sus estudios empíricos arrojaron caracterizaciones muy fecundas respecto al subdesarrollo y al intercambio desigual, apoyados en los trabajos de Sweezy y Baran por un lado, pero también en autores contemporáneos no marxistas, y de manera especial en el estructuralismo latinoamericano y su florescencia: la Teoría de la Dependencia. Lástima que diversos factores políticos y profesionales no hayan permitido un debate más explícito e intenso con los ya ahora desaparecidos autores de la Teoría Marxista de la Dependencia, aunque personajes como Andre Gunder Frank hayan ocupado un papel de eslabón común entre esos ámbitos.

A pesar de su praxis política siempre crítica del componente burgués en los procesos nacional-populares, incluyendo los mejores momentos del nacionalismo árabe (perseguido y exiliado él mismo por Nasser), africano y asiático y la heterogeneidad de las recientes experiencias en América Latina, no dejó de ponderar la importancia de la construcción nacional y la autonomía relativa de lo político. Su seminal lectura del Tomo 3 de El Capital de Marx en tanto alianzas de clases y luchas entre fracciones, en contra de cualquier anquilosamiento tecnocrático, le permitió aplicar con fluidez a sus propuestas de política revolucionaria sus análisis científicos tanto respecto a los terratenientes y la renta de la tierra, como al capital monopólico y supermonopólico y las ganancias extraordinarias de las transnacionales.  Articulando estos elementos teóricos pudo avanzar interpretaciones innovadoras respecto a Corea del Sur y los NICs, por ejemplo, o respecto a los desarrollos capitalistas de la República Popular China que rompían con cualquier visión maniquea respecto al subdesarrollo y la periferia del sistema.

Que sus luchas teóricas y políticas nos inspiren.

 

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