Vuelve el México soberano
¡México lindo y querido! El que fue saqueado por potencias coloniales y cercenado por intereses imperiales, desde siempre ha sido un territorio en disputa por su relevancia geopolítica. Como habría escrito Nemecio García Naranjo y habría pronunciado Porfirio Díaz: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. El que un día fue la gran potencia de Norteamérica ha quedado desplazado por su vecino del norte. Pese a ello, jamás ha dejado de ser un actor trascendental en las relaciones hemisféricas e internacionales, ni uno de los referentes para Latinoamérica y el Caribe.
Un hito importante alcanzado por la diplomacia mexicana, por ejemplo, es la Doctrina Estrada, uno de los más importantes aportes de México al Derecho Internacional. La doctrina establece dos principios fundamentales e imprescindibles para una convivencia pacífica, de respeto mutuo y de cooperación entre las naciones. Por un lado, el principio de libre determinación de los pueblos se refiere al derecho que tienen los pueblos para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades. Por otro lado, el principio de no intervención constituye el rechazo a las actitudes injerencistas de algunos gobiernos para legitimar o deslegitimar a otros faltando el respeto a la soberanía de estos. Sin lugar a duda, la digna posición del gobierno mexicano de la época se sustenta en su imperiosa necesidad de establecer mecanismos de protección frente a las actitudes intervencionistas que históricamente han mantenido los gobiernos de los Estados Unidos en la región.
Los intereses políticos y económicos de los estadounidenses han determinado la Doctrina de Seguridad Nacional. Las estrategias y las tácticas a favor de su seguridad y de sus intereses ha actuado siempre en detrimento de los pueblos latinoamericanos. Halcones o palomas, de cualquier manera han interferido en los asuntos internos y en su camino para alcanzar el bienestar y el desarrollo. En algunas ocasiones a sangre y fuego, como las dictaduras militares y el Plan Cóndor, mientras que, en otras ocasiones gobiernos títeres, vendepatrias y que han traicionado a sus pueblos, sus banderas y a sus naciones. Pese a que México fue vanguardista con la Doctrina Estrada, los gobiernos del PRI y del PAN defendieron intereses extranjeros y permitieron la intervención de los Estados Unidos en sus asuntos públicos y el direccionamiento en el manejo de su política exterior durante largos años.
La llegada de Andrés Manuel López Obrador al sillón presidencial del Palacio Nacional, de la Plaza Constitución, en el Zócalo de la Ciudad de México era un fenómeno inevitable. Más de 30 millones de mexicanos y mexicanas salieron a dar su voto a AMLO y evitar que vuelva a perder por fraude electoral orquestado por los grupos conservadores. Desde su toma de protesta como presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se ha manifestado a favor de las grandes mayorías y no de las poderosas minorías, de la igualdad y del progreso, de la seguridad ciudadana y del respeto a la soberanía mexicana y de todos los pueblos. Por su posición, López Obrador ha sido arbitrariamente alineado al progresismo latinoamericano, pero sus acciones de gobierno denotan, de manera clara, que se posiciona ciertamente en la línea.
América Latina ha virado a la derecha en países como Brasil, Argentina o Ecuador, misma que se ha mantenido en la mayoría de los países centroamericanos además de Perú y Paraguay, y se ha intensificado en Chile y Colombia. Mientras que, en Venezuela, Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Cuba y Uruguay se han mantenido posiciones contrarias al neoliberalismo. En este contexto latinoamericano, México genera altas expectativas para mantener una fuerza de contrapeso soberanista y nacionalista frente a los intereses de Estados Unidos. Los intereses de los y las mexicanos y mexicanas están sobre las presiones de las multinacionales petroleras norteamericanas. La seguridad y la lucha contra en narcotráfico dejan de ser influenciados por doctrinas y cooperación militar de los Estados Unidos. La política exterior mexicana se muestra independiente y no avasallada al imperio del norte. Al respecto cabe destacar la posición tomada frente al Golpe de Estado orquestado por Washington en Venezuela, y a la propuesta conjunta con Uruguay que México ha promovido para una salida dialogada en el país petrolero.
El triunfo de Andrés Manuel fue el triunfo de los ciudadanos, de la sociedad y de un México nuevamente soberano. De aquí en adelante podríamos esperar no solo un México que se opone a la construcción de muros de odio, de discriminación y racismo en su frontera, sino también uno que respeta la no intervención y la libre determinación de los pueblos. Un México de diálogo y no de confrontación. Un México que de cierto abre las puertas al futuro a las izquierdas latinoamericanas.