¿Seccionales 2019, farsa electoral?
Estamos a pocos meses de las elecciones y en todo el país se siente un ambiente pre electoral extraño, en donde las fuerzas políticas mejor posicionadas son las de derecha, especialmente el Partido Social Cristiano (PSC), mientras que las fuerzas políticas antes determinantes, como Alianza País, son estructuras absolutamente destruidas, sin cuadros ni intensión de voto.
Mientras este escenario va tomando un carácter concreto, el ala correísta es perseguida y sin contar con una expresión electoral, sucumbe ante sus errores de cálculo político, como el episodio de MANA, dejando claro que las seccionales del 2019 serán un momento de quiebre en donde la derecha celebrará el entierro final del corríesmo como expresión política electoral hegemónica.
Más, para entender este juego pre electoral, en esta ocasión cabe analizar con lupa el rol del Consejo Nacional Electoral (CNE) de transición, institución que cuenta con autoridades electas a dedo, con fuertes vínculos políticos, y que en general garantiza el desarrollo de una agenda política enfocada en la legalización de partidos y movimientos afines a la partidocracia, como es el caso de Ruptura 25 o Democracia Sí, cerrando los acuerdos del ejecutivo con una serie de actores.
En el país hasta el 23 de septiembre del 2018 existían 223 organizaciones políticas entre movimientos y partidos calificados para las elecciones, ya para el 24 del mismo mes, en una sola sesión plenaria los vocales aprobaron 53 nuevas organizaciones, dato que no deja de llamar la atención por la cantidad de partidos y movimientos, y hace sospechar que parte de la estrategia es fragmentar al electorado para consolidar tendencias minoritarias, pero que tienen voto duro, como es el caso del propio PSC.
Pero este hecho del 24 de septiembre no fue la única legalización en masa, ya a inicios de agosto, según la propia vicepresidenta del CNE, Diana Atamaint, otorgaron la personería jurídica a 102 tiendas políticas. De esta manera el Ecuador se consolida como el país de nuestra región con mayor cantidad de organizaciones políticas, delante del Perú que cuenta con 256 organizaciones de este tipo habilitadas.
No puede dejar de llamar la atención además, que después de esta repartición de vidas jurídicas, que implicó la revisión y confirmación de más de 1.700.000 firmas en menos de 40 días, uno de los componentes adicionales a la estrategia del CNE, fue la persecución a todo lo que siga “oliendo” a Correa, en este caso, el maltrecho Partido Socialista, que además de adolecer en los últimos años de direcciones mediocres, puede ser en cualquier momento intervenido por una comisión bajo resolución del CNE.
De esta manera, tendremos unas elecciones con cientos, sino miles de candidatos, pero sin una tendencia correísta consolidada. Esto implicará entonces una dispersión muy fuerte, a lo que se debe añadir una posible elección de concejeras y concejeros de Participación Ciudadana, o quién sabe, tal vez una Consulta Popular que pretenda blindar las flagrantes inconstitucionalidades con las que ha actuado y gobernado el Consejo de Trujillo.
De esta manera se pretende desde ya devolver la selección de las autoridades de control a la Asamblea Nacional, esto es a los partidos políticos; hasta eliminar el CPCCS, a pesar que se elijan a sus nuevas y nuevos principales, propuesta que ya tiene la adherencia de actores políticos de la extrema derecha como Guillemo Lassso.
El CNE de transición se convirtió en una institución que cumple un rol clave en el desarrollo de las primeras elecciones post correa: el blindaje del PSC a través de la dispersión de los votantes y el retorno al régimen partidocrático, en donde la correlación de fuerzas jamás favoreció al pueblo, agenda que cuando sea culminada, pasará a la elección de un nuevo CNE, este sí, con una representación más amplia de las diferentes tendencias de la partidocracia.
Es así que el viejo fantasma del régimen de partidos tradicionales ha tomado fuerza y se reproduce sin control como parte de las decisiones del CNE, condenando al país a una democracia burguesa endeble y dependiente del caudillismo, en donde el peso de la decisión no está en el elector, sino, en las estrategias políticas que, con antelación toman los distintos actores políticos para direccionar científicamente los procesos electorales.
¿Y la izquierda? Nada, sigue al fondo a la derecha y ni siquiera en este baratillo de personerías jurídicas se pudo poner atenta.