El odio a lxs indiferentes

badhds
Lunes 19 de Abril de 2021

La indiferencia al momento histórico de la lucha de clases, coloca al nulo como el peso muerto de la historia. Hace más de 100 años, Antonio Gramsci describía de la mejor manera posible, el odio a lxs indiferentes. Los sectores articulados en torno al anticorreísmo se comieron el cuento de la supuesta dicotomía entre correísmo y anticorreísmo, sin vislumbrar lo que realmente se encontraba en juego: la continuidad del exterminio neoliberal o bien un proyecto antineoliberal. El estatus de ser anticorreísta en términos reales, les acercó más a la reacción, que a la resistencia.

El pasado 11 de abril, la ultra derecha, en conjunto con el voto nulo “ideológico”, catapultaron a la banca al triunfo electoral, imponiendo así el dictamen de las élites más reaccionarias del país por cuatro años más. La doctrina del shock, la cual ha sido el mantra por excelencia del gobierno de Moreno, se renueva de esta manera con el dinosaurio político del presidente electo. Nada parece oponerse a que el libre mercado vuelva a imponer su lógica con toda la contundencia y violencia que esta presupone.

El anticorreísmo como identidad política, no solo aupada por los sectores de la derecha, sino también por sectores de la izquierda ultrista y contrarrevolucionaria, jugaron un papel desmovilizador en las elecciones. Varios sectores de la población, que se hubiesen volcado por el progresismo, ahora eligieron apostar las cartas al nulo o inclusive a la ultraderecha de Lasso. Insistimos, no es la misma la capacidad de organización y articulación bajo el yugo de un gobierno neoliberal, que bajo el bienestarismo de los progresismos.

El gobierno de Guillermo Lasso, con el socialcristianismo y el Opus Dei al frente, alimentará la “maquinaria de odio” que ellxs mismxs crearon. Esta será la renovada lógica desde la cual se articulará toda persecución y judicialización en contra de cada elemento antineoliberal que prevalezca en el territorio nacional. El anticorreísmo, expresado por la candidatura de Lasso y el voto nulo, será la razón de ser del nuevo gobierno. Para la suerte del presidente electo, Guillermo Lasso, la lógica antagónica desde la cual se articulará la totalidad del discurso oficial ya se encuentra prefabricada y desplegada. Una vez más, el oficialismo se excusará con  que la “mesa no estaba servida” para justificar todo atropello y recorte a presupuestos y derechos que les faculte el subsecuente amedrentamiento antipopular.

Después de la segunda vuelta, los mismos sectores que antes llamaban al voto nulo, pretenden lavarse las manos, enarbolándose con el discurso puritanista de la izquierda ultrista, que sueña que el neoliberalismo “cree las condiciones” para un cambio estructural y transformación revolucionaria. “Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas” (Gramsci, 1917).

Luchar localizadamente implica hacer el análisis histórico de cuáles son las condiciones en las que la gente, el pueblo, sufra la menor cantidad de consecuencias, porque cada vida y cada historia vale. Con el gobierno de Moreno, el Estado se llevó miles de vidas por inacción, porque el Estado neoliberal es una maquinaria de muerte. Elegir deliberadamente la continuación de la política de exterminio, no solo es irresponsable, sino que es cobardemente corresponsable de todas esas vidas que se llevará el Estado, en cuatro años más de un gobierno neoliberal, ahora en manos de Guillermo Lasso.

Una vez consolidado el bloque de poder neoliberal 2.0 bajo el gobierno de Lasso, las élites pasarán a privatizar lo común que nos queda. Lo único que seguirá siendo comunitario y colectivo desde el Estado, será la desenfrenada represión que se continuará desatando por sobre los cuerpos y vidas del pueblo. Como ante cualquier crisis, el neoliberalismo volverá a privatizar las ganancias, y colectivizar las pérdidas y las violencias. El claroscuro electoral se consolidó el pasado domingo 11 en un oscuro neoliberal, el cual permeará tanto las relaciones productivas y reproductivas hasta el 2025.

Se intentó desde varios frentes llamar una y otra vez a la “resistencia en las calles”, siendo Octubre de 2019 la única expresión de revuelta popular masiva en la que se creó la noción de comunidad, de común, de comunitarismo, de colectivo, de cuerpo articulado: de consciencia de clase. De ese mismo octubre, para nuestro lado -la izquierda- no nos quedó más que fraccionamientos, desmovilización, dolor y derrota.  Para la derecha –del mismo pueblo y la oligarquía-,  para el gran capital quedó todo: el discurso de la subversión terrorista –el famoso enemigo interno- y los aparatos represivos del Estado reforzados.

¿A que resistencia llaman lxs ultristas? Ellxs siguen llamando a la “resistencia en las calles” como si pudieran sostenerla, como si alguna otra vez la convocatoria les hubiera sido efectiva. Simplemente no están dadas ni las condiciones para sostener una nueva explosión popular masiva, ni existen las ventanas de oportunidad adecuadas. El miedo y el dolor actúan como catalizadores de la individualización de la gente y los colectivos, y en estas elecciones cada quien tiró para su lado, cada quién calculó como acumulaba más capital político, cada quién con su vanidad, a costa de la vida de miles. “Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes” (Gramsci, 1917).

No se logró resistir en las calles la arremetida neoliberal de Moreno, ni se va a lograr resistir en las calles el continuismo de Lasso.  La resistencia va a ser en las nuevas formas de existir y sobrevivir colectivamente, por fuera de las lógicas del capitalismo, habitando los márgenes con nuestras propias reglas de pueblo organizado y profundamente decidido a sobrevivir dignamente. Es el momento de sostener la vida de manera colectiva, desde abajo y desde el cuidado, desde la acción feminista anticapitalista, desde la lucha de clases.

En definitiva, en estas elecciones, triunfaron la banca, las élites fundamentalistas y el libre mercado. Ante tan adverso panorama, la solidaridad y el sostén comunitario de la vida son lo único que nos queda. Lo que todavía está en juego, es el derecho a la vida digna de la inmensa mayoría del pueblo, la cual parece postergarse con cada momento histórico, para pasar a ser arrebatada por el libre mercado. Que nuestro horizonte sea el sostén colectivo de la vida.

Construir poco a poco una fuerza colectiva suficiente, para desterrar al capitalismo de cada colonia que tenga en nuestras vidas y organizaciones.  El camino más esperanzador, real y consistente, se construirá en la permanencia de acciones de resistencia continua, organizada y de hormiga: cooperativizar los barrios, redistribuir los cuidados, compartir la comida y el trabajo, educarnos políticamente lxs unxs a lxs otrxs, dejar la lógica capitalista de la acumulación por fuera de nuestros marcos de sentido. Es el momento de la resistencia del cuidado, la resignificación de la lucha y la cooperación.

 

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