Grupos fascistas se reorganizan
Este domingo 25 de octubre, el pueblo de Chile le dio la espalda al neoliberalismo implantado por las élites fascistas de la dictadura pinochetista desde los años 80, con un “apruebo” de más del 75%. La campaña en contra de la constituyente en Chile fracasó rotundamente, después de haber sido aupada por grupos de la extrema derecha fascista, la misma que enaltece a Pinochet y sus crímenes en contra de la vida.
El fascismo, lo sabemos por definición y memoria histórica, es una cara específica del capitalismo, la cual se renueva y resurge justamente en tiempos de crisis. Esto se vio en sus formas “originales” como con Hitler en Alemania, Mussolini en Italia y Franco en España, productos de la gran depresión y los turbulentos años 20s y 30s. En el continente americano, las paralelas con el fascismo se vislumbran en Videla, Pinochet y Uribe, en las fosas comunes colombianas o mexicanas, en lxs desaparecidxs chilenxs, argentinxs, uruguayxs.
Dentro de cada proceso fascista existen brazos armados civiles que, como milicias, representan la colaboración entre Estado y sociedad civil para materializar la vía fascista en la totalidad de la sociedad. Por ejemplos cercanos tenemos al Brasil de Bolsonaro y a la Bolivia de la dictadura, con grupos paramilitares de ultra derecha que enaltecen la instauración y el mantenimiento del orden que se rige por principios “raciales”, étnicos, supremacistas masculinos y de clase.
A procesos como este, siempre les antecedieron la formación y organización de grupos paramilitares, los cuales complementaron en su momento a las fuerzas represivas. Este proceso se observaba en Bolivia en los meses anteriores al golpe de Estado del 10 de noviembre de 2019, liderados por el oligarca santacruzeño Luis Fernando Camacho. Este empresario estuvo al frente de las milicias civiles que coadyuvaron a las fuerzas represivas de la dictadura a cometer las masacres de Senkata y Sacaba, resultando en un total de 22 asesinatos y casi 200 heridxs.
No cabe duda de que las milicias armadas en todos los ejemplos históricos comparten cierta afinidad con los grupos de poder intrincados en el Estado burgués. Así, las camisas negras italianas o la SA alemana, las cuales servían como grupos de choque de élite dentro de los movimientos fascistas para la eliminación del enemigo interno, gozaron de apoyo tanto civil como estatal. El gobierno de Lenín Moreno, ante todo representado por la Ministra de Gobierno María Paula Romo, está consciente de la complicidad de las fuerzas represivas con los grupos fascistas que pretenden defender la ley, la propiedad privada, el patrimonio, el orden y la familia.
En el Ecuador, el panorama actual parece confirmar la regla. Organizaciones como El Otro Ecuador o la Orden del Cóndor, comparten y fomentan su versión y visión del supremacismo: sea por enaltecimiento a personajes como Adolfo Hitler o por la celebración del genocidio indígena como “acto civilizatorio” durante la colonia. Como ultraconservadores y fascistas se encuentran cerrando filas y tomando fuerza. Estos grupos también reniegan del patriarcado como sistema de explotación, haciendo una lucha franca en contra de los feminismos y el comunismo.
Ante las últimas movilizaciones en rechazo al gobierno antipopular de Moreno el pasado 22 de octubre, grupos cercanos al general retirado Mario Pazmiño, supuestamente se habrían activado en respuesta al descontento popular. El ex director de inteligencia habría admitido el haber formado una célula paramilitar en octubre y pretendía organizar vigilias en las entradas de urbanizaciones e iglesias para prevenir que escenas como las quemas de iglesias en Chile se repitan en Quito.
Unas semanas atrás, la Orden del Cóndor había desarrollado una campaña de adoctrinamiento con personas privadas de libertad en el Centro de Adolescentes Infractores Virgilio Guerrero, incluyendo ejercicios que culminaban con saludos nazis. En esta campaña se encontraba el actual concejal metropolitano Alberto Cárdenas, abiertamente nacional socialista y admirador de Hitler.
Entre los ultraconservadores hispanistas y anticomunistas, está Andrés Castillo Maldonado, quien fue el primero en hacer un llamado público – y volverse viral-, para defender el patrimonio de la Carita de Dios, el pasado 12 de octubre. En esa ocasión atacó a Leonidas Iza, líder del movimiento indígena, y le juró persecución legal. Posteriormente, para las movilizaciones populares convocadas para el pasado 22 de octubre, este sujeto volvió a hacer un llamado público para tomar acciones contra las movilizaciones, entre las que cuentan: acciones jurídicas en contra de personas movilizadas, filmaciones de “atentados en contra de la propiedad privada y patrimonio con el hashtag #ReporterosPorQuito para poder judicializar “actos vandálicos”, así como un enaltecimiento al peligroso furor patriótico con el #AQuitoNoLoAgredesMás. Posterior a la jornada de protestas, declaró: “Este fue un ensayo, para la próxima estaremos mucho más preparados y nos encontrarán en las calles”.
Imposible no relacionar las declaraciones de este orgulloso quiteño con las declaraciones y amenazas de grupos neofascistas y ultraconservadores como la Orden del Cóndor, Liberales Ecuador, el Otro Ecuador, Tradición Familia y Propiedad, Movimiento Libres, Tradición y Acción Ecuador, entre otros. Paralelamente a las amenazas de persecución y organización paramilitar de estos grupos, están las y los intelectuales del neofascismo. Caras conocidas en América Latina es la de Gloria Álvarez de Guatemala, Luis Fernanado Camacho de Bolivia, y lxs hispanistas ecuatorianxs: Francisco Nuñez del Arco y María Fiallo, quienes no solo enaltecen la colonia como un acto civilizatorio, como grandes hispanistas lacayos de cualquier corona al grito de “Viva España y Viva el Rey”, sino que plantean el anticomunismo y antifeminismo más recalcitrantes. “Es momento que Quito vuelva a ser el bastión político contra el socialismo y el marxismo cultural”, decía a principios de año el líder del Otro Ecuador, mientras María Fiallo ofrecía pañuelos celestres, como buena antiderechos y supremacista masculina, para “las lágrimas de feministas” después de que no se aprobara en la Asamblea Nacional el aborto por violación.
Hace ya varios años que organizaciones de neofascistas rondan por América Latina, con el beneplácito de las élites políticas, ligadas al ejército y a la Policía Nacional. Hace más de 15 años se hizo una denuncia pública de que el grupo “skins Independientes Ecuador” tenía facilidades para entrenar en el regimiento No. 1 de la policía, en Quito. Ellos organizaban “brigadas de limpieza para deshacerse de la escoria”, y sus actividades favoritas constaban de golpizas a militantes de izquierda, antifascistas, travestis, homosexuales, lesbianas y habitantes de la calle. En tiempos de crisis, el fascismo vuelve con fuerza en contra de cualquier pensamiento o acción revolucionaria.
Si las élites políticas del Ecuador se ven acorraladas por un posible triunfo de UNES en febrero de 2021, bien podrían tomar el ejemplo de la dictadura boliviana y aliarse de forma oficial con los grupos paramilitares de choque, que en la actualidad gozan del beneplácito y la tolerancia del Estado burgués. Este termina siendo un elemento más que confirma la naturaleza fascista del Estado burgués: mientras exista capitalismo, siempre existirá también el fascismo. He aquí la importancia de hacer un vínculo ideológico entre el anticapitalismo, el antipatriarcado y el antifascismo, como militanncia en contra del auge de grupos neofascistas y ultraconservadores. Ante la arremetida del fascismo, hoy como ayer ¡NO PASARÁN!