La nueva fuerza política de los grupos evangélicos
Es una realidad que en la actualidad la incidencia de las sectas evangélicas en la estructura social de toda América Latina se encuentra en aumento, convirtiéndonos en la religión con mayor crecimiento en adeptos en las últimas décadas. En países como Brasil, El Salvador o Bolivia, la influencia de estas comunidades de fe sobre las sociedades es evidente y omnipresente. Justamente en Brasil, Jair Bolsonaro le debe una parte significativa de su apoyo político a los grupos evangélicos, las cuales pasaron a bañar a Bolsonaro en el río Jordán después de su triunfo electoral, bautizándolo como su profeta y líder. No resulta ser una coincidencia que Brasil se encuentre al frente de la organización política de estos grupos en el continente. Este es el país en el cual el trabajo misionero de ministros y ministras evangélicas pertenecientes a sectas estadounidenses tuvo mayor intensidad en América Latina a partir de los años 50. Este trabajo sin duda está dando sus frutos. Parece que incluso si de la fe se trata, EE.UU. entiende a América Latina como su predilecto patio trasero, al cual además de subyugar económica y militarmente, también tiene el deber de evangelizar.
En El Salvador, el apoyo electoral de las sectas evangélicas fue decisivo en la victoria de Nayib Bukele, el cual mantiene cercanía a estas iglesias. En Bolivia, los grupos evangélicos apoyaron el golpe de Estado perpetrado en contra de Evo Morales con biblia en mano. Las múltiples alusiones religiosas de su presidenta de facto, Jeanine Áñez, la cual invitaba a un sacerdote evangélico a celebrar la misa en el Palacio Quemado durante los primeros días después de posesionarse, reflejan la alianza religiosa-civica-militar que impulsó el golpe y al mismo tiempo mantiene al régimen ilegítimo de Áñez en el poder. De tal manera, el profundo racismo que profesan las élites políticas actuales en Bolivia se complementa con un credo ultraconservador, el cual ve en la biblia un instrumento divino de represión política, imposición cultural y dominación económica.
En Ecuador, la Iglesia Universal del Reino de Dios – IURD, Pare de Sufrir- una organización brasilera que profesa sus creencias mediante la labor misionera de su clero, representa el aumento de esta religión en el país. La IURD es pionera en profesar el televangelismo, vertiente que reconoce los medios de telecomunicación como instrumentos de propagación masiva de su fe. En la actualidad, se presume la existencia de más de 400 sectas en territorio ecuatoriano, de la cual la mayoría de estas serían evangélicas.
En sus bases, el evangelismo no separa la religión de la política. Sus fundamentos en gran parte profesan un profundo conservadurismo y fundamentalismo respecto a temáticas concretas como el aborto y los derechos igualitarios, marcados por un profundo repudio a las diversidades sexuales, al mismo tiempo de combinar elementos clasístas con bases políticas liberales. Su doctrina enaltece conceptos como el espíritu de emprendimiento, la cultura de mérito personal y el individualismo, además de una aparente obsesión por el éxito material. No resulta ser una coincidencia que las iglesias de la IURD sean templos ostentosos en casi todos las ciudades en las que se encuentran y sus ministros pidan contribuciones de manera directa por televisión. Sin duda estas sectas han descubierto que el negocio de la fe significa una vida de lujo para sus ministros, ya que la fe, el perdón de los pecados y la absolución divina -como tantos otros objetos materiales e inmateriales en el capitalismo- terminan teniendo un precio. También parecen reconocer la política como manera más directa de incidir en la sociedad, por lo cual forman alianzas políticas y electorales en todos los países de la región. La combinación de preceptos evangélicos con fundamentos liberales bien podría reflejar un extremo de la ética protestante, descrita por Weber. Puede ser esta la razón por la cual confluyen de manera tan armoniosa las sectas evangélicas y el conservadurismo político liberal, ya que terminan proviniendo de la misma base ética.
Un elemento que suscita cierta extrañez es la aparente cercanía de los grupos evangélicos al Estado de Israel. Después del golpe de Estado en Bolivia, una de las primeras decisiones del gobierno de facto de Áñez fue restablecer las relaciones diplomáticas con Israel, rotas en 2009 por Evo Morales como reacción a la política de ocupación y las incursiones militares mantenidas contra el pueblo de Palestina. El gobierno de Bolsonaro pasó incluso a mover la sede de su embajada de Tel Aviv a Jerusalém, representando un reconocimiento implícito por parte de Brasil de Jerusalém como capital del Estado de Israel, como ya lo había hecho EE.UU. con Trump. La región mira a Israel como aliado estratégico para combatir y reprimir a los pueblos que rechazan las medidas impuestas sobre ellos y perseguir a toda disidencia política. Así, los gobiernos neoliberales de América Latina -incluyendo al Ecuador- cooperan con Israel en materia de seguridad interna y supuesto combate al terrorismo, replicando estrategias militares israelíes perfeccionadas contra el pueblo palestino.
Los grupos evangélicos sin duda se encuentran constituyendo como actor y fuerza política en todas las latitudes de América Latina. En Brasil y El Salvador entraron en alianzas electorales exitosas que lograron catapultar a sus candidatos aliados a las respectivas presidencias. En el Ecuador, el 2021 supone ser un año electoral en el que -además de abrir la posibilidad de una candidatura popular y aparte de los típicos dinosaurios políticos de siempre, con Matraca y Lasso al frente- se materialice el credo de las comunidades de fe evangélicas en forma de votos de apoyo o rechazo a un específico cuadro político. Termina por permanecer la interrogante de quién será el actor que sepa aprovechar este potencial a su favor.
Finalmente no podemos olvidar que las iglesias evangélicas suponen representar a aproximadamente un 10% de la población ecuatoriana, lo que parece subestimar el poder político real que se constituirá de manera definitiva como fuerza política en el año siguiente. Además de prever una futura derechización de ciertos sectores de la política ecuatoriana, este panorama puede avecinar la apertura a una política con una fuerte influencia de preceptos religiosos fundamentalistas. Parece que en la actualidad la biblia vuelve a entrometerse en la política en América Latina. Como consecuencia, la correlación de las fuerzas religiosas y su incidencia directa en el Estado se encuentran nuevamente en contienda. Esta terminará por reconfigurar la relación Estado- Iglesia en la región, con la diferencia de que esta vez la iglesia es evangélica.