Las élites no juegan a la democracia
A dos meses de los siguientes comicios electorales, los grupos de poder asociados al gobierno de Lenín Moreno, parecen esmerarse en torcer el marco democrático a su favor, sin importar el costo político que pudiese conllevar una ruptura con la democracia burguesa en Ecuador. Ante el reciente ejemplo de golpe de Estado en Bolivia, en noviembre de 2019, y a base de la situación política actual, se dibujan los contornos de diversos escenarios posibles ante las elecciones del próximo 7 de febrero.
El binomio de Unión por la Esperanza UNES, compuesto por Andrés Arauz y Carlos Rabascall todavía no cuenta con la facultación de su candidatura por el Consejo Nacional Electoral CNE. El 29 de noviembre, el Tribunal Contencioso Electoral TCE, que debía pronunciarse por una impugnación a la candidatura de Arauz-Rabascall, devolvió el caso al CNE. La impugnación, impuesta por el Movimiento Ahora, argumenta que UNES, parcialmente integrado por Fuerza Compromiso Social, contraviene los requisitos de inscripción, ya que este último sería un partido político que fue eliminado por el CNE, aunque aquel fallo haya quedado sin efecto por una decisión del propio TCE. A raíz de este pronunciamiento del tribunal, se suponía un plazo de tres días para que el CNE vuelva a pronunciarse. Sin embargo, a 10 días de que el TCE devolviese la causa al CNE, este último todavía no se pronuncia al respecto, alargando y retrasando una eventual ratificación del binomio de UNES, como parte de una posible estrategia política que bien podría corresponder a una agenda impuesta por Moreno y compañía.
En la actualidad, se perfilan cuatro escenarios posibles que se podrían materializar en las siguientes semanas. Primeramente, se maneja el escenario de una descalificación al binomio presentado por UNES, en base a un supuesto incumplimiento de los requisitos de inscripción y ratificación. De ser este el caso, se pasaría a una proscripción efectiva de la candidatura de Arauz-Rabascall, quedando exenta de la papeleta electoral para el 2021. En segundo lugar, las élites enquistadas en el poder del Estado burgués, bien podrían llevar adelante la tentativa de aplazar las elecciones del 7 de febrero -como denuncia actualmente Arauz- para terminar con el comedido del gobierno actual: privatizar todo, incluyendo la Refinería del Pacífico y el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Como tercer escenario posible, el gobierno podría tomar la decisión de suspender los comicios electorales de forma indefinida, perpetuándose de tal manera en el poder y desconociendo el marco democrático que supone defender de forma frontal y directa. Y finalmente un cuarto escenario al estilo del golpe de Estado boliviano, al desconocer una eventual victoria del binomio de UNES.
Un hecho que suscita preocupación ante los escenarios posibles delineados anteriormente, es la reciente sustitución de cúpula militar por parte del Ejecutivo a tan solo dos meses de las elecciones. El 4 de diciembre pasado, Moreno relevaba y nombraba los nuevos altos mandos militares correspondientes a la Fuerza Terrestre, Aérea y Naval, respectivamente. Esta bien podría representar una señal para el resto de poderes del Estado y las fuerzas políticas en contienda, asegurándose el respaldo de las Fuerzas Armadas, ante un escenario político que conlleve a una conmoción interna ante las elecciones del 2021.
En este sentido, entra también entre los escenarios posibles, lo que se ha convertido en un recordatorio de la brutalidad a la que puede llegar la injerencia imperialista estadounidense: el golpe de Estado clérico-cívico-militar, que se dio en Bolivia el pasado 10 de noviembre de 2019. Como primer elemento, se construye un discurso democrático, en el que se denuncian los peligros de que Morales se encontrara “tantos” años en el poder -13 años, en comparación a Ángela Merkel quien cumplió ya 15 años al frente de Alemania-, así como la corrupción como una supuesta característica de los progresismos –cuando es vicio del capitalismo-. Estos dos discursos logran un cometido al convencer a un sector de los movimientos sociales con el discurso de la democracia burguesa, y crear una atmósfera internacional de desconfianza a la legitimidad de la voluntad del pueblo con su gobierno, para posteriormente justificar frente a la opinión pública, los atentados que las élites perpetren en contra de la misma democracia que pretenden defender.
En una evidente maniobra de injerencia, la OEA denunció “irregularidades” -Luis Almagro admitió injerencia en Bolivia en las elecciones de 2019-, disparando un efecto dominó que terminaría por sellar los pactos entre: la oposición empresarial ultraconservadora de Santa Cruz, varios comandantes del ejército boliviano, la Policía Nacional, y la iglesia evangélica, quienes lograron finalizar un golpe que tuvo en las manos, tanto armas como biblias. Uno de los peligros más grandes, con Bolivia como laboratorio social, es que pudo revivir impunemente el mecanismo de terror con el que las élites políticas, en asociación con el imperialismo yanqui, han desmontado procesos populares, sean revolucionarios o progresistas, cuando no le ha convenido al poder del gran capital.
Sin embargo, el escenario que conllevaría el menor costo político, tanto interno como externo, consistiría en la descalificación de Arauz y Rabascall, aludiendo al incumplimiento en la inscripción de la candidatura.
En definitiva, las élites burguesas que se encuentran en el centro del poder político, demuestran en torno al escenario preelectoral en el que nos encontramos, que desestiman la democracia que ellas mismas han impuesto al resto de la sociedad. En medio de este escenario, se evidencian lógicas antidemocráticas en torno a los poderes del Estado burgués, sin independencia fáctica ni separación de poderes, incluyendo el desacato a las reglas del juego que se enarbolan en defender.
De tal manera, la lucha de clases adquiere una nueva dinámica, la cual contempla el recrudecimiento de los antagonismos de clase, mediante una superposición de los intereses de la burguesía a sus propias consignas democráticas y al resto de la sociedad. Actualmente, el gobierno antipopular de Moreno se encuentra preparando y calculando los costos de su próxima maniobra política, la cual bien podría sellar de forma definitiva el destino de la democracia burguesa en el país, presuponiendo una clara y contundente ruptura con la misma. Si algo queda claro, es que la mayor amenaza a la democracia burguesa en el Ecuador, son sus propias élites políticas, los grupos económicos de poder, y la injerencia estadounidense, que han sostenido al gobierno más nefasto de la historia reciente del Ecuador, durante estos últimos cuatro años.